Vivimos en un mundo en el que los estados están en constante contacto,
influenciándose unos a otros. Sin embargo, hay un estado que, en cuanto a
influenciar se trata, sobresale por encima del resto, un estado que siquiera es
un estado: El Estado Islámico.
Una gran cantidad de la población mundial
hoy en día desconoce el hecho de que el Estado Islámico no se trata,
físicamente, de un estado de verdad. Personas con un conocimiento muy básico
sobre las actuaciones del Estado Islámico y su importancia en las relaciones
internacionales forman parte del porcentaje de la población que piensa que este
se trata de un lugar físico en el que se encuentran los principales países en
el que la religión predominante es la musulmana. Sin embargo, el Estado
Islámico es un grupo terrorista insurgente de naturaleza yihadista suní
asentado en un amplio territorio de Irak y Siria.
Lo que hoy se conoce como Estado Islámico
fue fundado en 2004 como rama externa del grupo terrorista Al Qaeda, desde
entonces ha cambiado varias veces de nombre y objetivos. En 2011 el Frente
al-Nusra, principal actor yihadista de la guerra civil Siria, fue fundado por
un miembro de CMY. Esto hizo que el EI, entonces conocido como EIIL (Estado
Islámico de Irak y el Levante) comenzase a actuar en un mayor número de países.
Sin embargo, las actuaciones de este comenzaron a ser considerablemente
radicales y violentas, lo que hizo que Al Qaeda anunciase su cese de apoyo
hacia el EI. Contra todo pronóstico, este abandono no hizo que el Estado
Islámico se debilitará, sino todo lo contrario: creció, cambió sus objetivos,
sus métodos y su nombre. Eliminaron las referencias geográficas de su nombre y
se declararon califato independiente, algo que no ocurría desde 1924.
Desde entonces y tras que el EI se abriese
paso como la principal amenaza mundial, los estados que forman el mundo moderno
temen posibles ataques terroristas. Este miedo no es puedo no fundamentado,
sino un miedo real basado en hechos pasados como el ataque ocurrido el 11 de
septiembre de 2001. Como Ajjan Gohel, director de seguridad internacional de la
Fundación Asia-Pacífica, afirma: “Desgraciadamente, el terrorismo es algo que
tendremos que aceptar en nuestras vidas cotidianas”. Y así lo han hecho los
países cambiando la forma en la que sus políticas exteriores funcionan
orientándolas hacia la protección contra los ataques del Estado Islámico. Asimismo,
es la falta de coordinación entre estados a la hora de formular de sus
políticas lo que hace que la lucha contra el terrorismo sea tan complicada.
Bandera del Estado Islámico.
"No hay más dios que Alá"
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La influencia del Estado Islámico no para
en la concepción de políticas; es tal que incluso ciudadanos sin ningún
tipo de relación con la religión islámica y/o sus costumbres están abandonando
sus países en secreto con el fin de unirse al grupo terrorista. El Estado
Islámico lleva a cabo este reclutamiento mediante redes sociales. Buscan un
perfil determinado con características específicas y se ponen en contacto con
la persona en cuestión. Una vez la comunicación ha comenzado la persona
experimenta tan cantidad de influencia que decide unirse al grupo terrorista,
huyendo de su país natal a lugares como Siria, Libia o Turquía. El último caso
conocido fue el de una mujer de 19 años que pretendía volar a Turquía con este
objetivo. En la mera cantidad de unos meses la chica en cuestión se convirtió
al Islam y comenzó a pasearse por su ciudad con la vestimenta típica musulmana.
Sin embargo, nunca llegó a subirse al vuelo ya que fue interceptada por la
policía.
En conclusión, la influencia del Estado
Islámico no tiene límite, se encuentra hasta en los pensamientos más
inconscientes de la sociedad. Cada vez que sale a la luz que se ha sucedido un
ataque terrorista la gente piensa en el Estado Islámico, cuando ven a un
musulmán por la calle piensan que es parte del Estado Islámico. Los ataque de
este grupo han tenido represalias racistas por todo el mundo, y es que, hoy en
día, ser musulmán significa pertenecer al Estado Islámico.